Desde muy, muy pequeño, yo ya hacía cosas raras mientras jugaba. Con Super Mario World (mi primer videojuego allá por el 92-93), ya me notaba unas conductas inusuales, distintas a los que mis amigos y familia realizaban con el mando en las manos. Me quedaba quieto con mi personaje, en una zona determinada… y veía las montañas de fondo. Las contemplaba con toda la fascinación posible, con atención y con una curiosidad elevadísima. Me hacía preguntas poco comunes, tal vez porque una gran parte de mi se creía esas aventuras, creía con el corazón que aquella aventura estaba sucediendo, en este o en otro bello mundo lejano. Y parte de eso, me lo transmitían los paisajes o backgrounds. Esos sensibles esfuerzos que miles de personas se han tomado a lo largo de las décadas, para plasmar lo más hermoso que tenían en la cabeza.

Mundos personales y la fantasía
No sabría ni por dónde empezar, pero creo que ir citando ejemplos concretos puede ayudarme a inmortalizar esto que llevo dentro (¡qué difícil!). Creo que el primer videojuego en mi vida que me fascinó hasta cotas de ansiar estar en esos bellos paisajes, hasta el punto de querer irme a vivir ahí, fue Earthworm Jim (en mi caso, en SNES). No acierto a poder describirlo. Era una perfecta mezcla entre admiración personal, un nuevo enfoque de la fantasía y una inyección poderosísima de imaginación directa a mi cerebro. Después de todo, tenía 5 o 6 años, y todo lo que veía era nuevo, lo absorbía al instante como una esponja, y lo convertía en mis mundos propios. Los refinaba mentalmente para mi deleite. ¿Pero qué era aquella belleza? Incluso en sus viscerales mundos, mezcla entre la broma y la sátira, este título me mostró cosas que nunca habría podido dilucidar a aquellas edades. Con mis pequeños conocimientos del sistema solar y las estrellas en aquella época, este videojuego me mostraba lejanos reinos que bien podrían habitar entre aquellas estrellas que veía de noche con mi padre. Él me explicaba las reglas de nuestro universo, yo respondía imaginándolo y recreándolo con los videojuegos. Era perfecto ir aprendiendo con ejemplos visuales propios de un imaginario como el que la SNES disponía y mostraba generosamente.

Posiblemente había descubierto un pedacito de la imaginación y de lo onírico que habitaba en otras mentes, mundos personales que alguien se había preocupado de plasmar, dibujar y mostrar. Conocía tan poquito de la propia realidad que me era más sencillo adoptar la fantasía. Y así fue como desarrollé un enorme interés por lo desconocido, por todo aquello de lo que había pocas respuestas, o aquello que simplemente aún no entendía. Los videojuegos ayudaron a formarme una gran idea de cuáles eran mis gustos y mis pasiones, el camino a seguir. Incluso en sueños continuaban mis odiseas, mi cabeza me posicionaba en esos sitios y me invitaba a quedarme, despertando con una sonrisa imposible de plasmar por escrito. La exploración de otros bellos entornos también ocuparía, desde ese mismo instante, muchos momentos en mis sesiones de juego. Por eso me detenía en cada videojuego a mirar por aquí y por allí, a intentar tocar con mis manos un trozo de lo que observaba. No he parado de dedicar ratos a sentirme un turista virtual.

Al crecer, nada cambió. Todavía seguía fascinado
No voy a esconder que mis paisajes o backgrounds favoritos en los videojuegos, son los que implican planetas, mundos alienígenas o los increíbles aspectos del espacio exterior. Kirby’s Dream Land 2, a pesar de estar en blanco y negro, me encantaba en esa faceta. También dediqué horas a mirar, absorto, por dónde iba nuestro adorable héroe cósmico rosa, lo que visitaba. “¡Pero qué suerte que tienen estos personajes, de recorrer a pie, corriendo o volando esos delicados territorios!” Por suerte, a medida que iba siendo un poco más sabio y más viejo, con más juegos jugados y más realidad conocida, mis gustos crecieron. También fui capaz de apreciar las exorbitantes ciudades futuristas que proponía la saga Ratchet & Clank. Con los emuladores bien a punto, terminé de hallar los tesoros perdidos que me fueron negados anteriormente, ya fuera por falta de dinero o simplemente por elecciones que no tomé, de juegos que no conocí. La Neo-Tokyo de Last Resort de SNK o el precioso Casino Night Zone de Sonic the Hedgehog 2 terminaron de encandilarme… Pero qué afortunado era de poder recrearme la vista en este noble hobby, lo había elegido bien. Si una de mis máximas pasiones en vida es la de hallar buenos paisajes y entornos, entonces no me equivoco de pasatiempo, pienso todos los días.

Un poco más adelante, descubrí Serious Sam 2 en PC. El último sitio donde sinceramente pensaba encontrarme estos ejercicios de belleza. No sabía que aquí también podría haber artistas en 2D con un mimo inigualable a la hora de retratar sus reinos espaciales. Aunque todos o la mayoría de videojuegos habían dado el salto al 3D y a los mundos poligonales, los artistas conceptuales y los diseñadores de backgrounds aún tenían la importante tarea de vestir al videojuego, de hacerlo parecer más profundo y más grande que ninguno. En sus manos se encontraba la llave para hacer posibles estas fantasías. Y hasta en un FPS de carácter cómico, algunos genios dejaron su huella. Qué imborrables sensaciones me dejó este título. Qué preciosidad… como sin darnos cuenta, íbamos avanzando dentro de un túnel en el terreno, para después aparecer un poco más cerca del lejano paisaje que al principio de la fase se mostraba. Un titánico engaño para los ojos el dotar de vida a imágenes aparentemente inertes y pegadas al fondo, ancladas. En Serious Sam 2 eso no se cumplía, porque no he visto en toda mi vida trabajos más rebosantes de energía. Cada pocos metros o cambio de escena, veíamos algo nuevo a lo lejos.

Gracias a todos los que enriquecísteis mi mundo interior
Esta publicación no es más que un pretexto para elogiar con el corazón a los artífices de los backgrounds en el mundo del videojuego. Sin ellos nunca habría podido ponerle forma y silueta a todo lo abstracto que divagaba por mi mente, desde bien pequeño. Intentando encontrar una vía de materialización de aquellos entornos que me describía mi padre, los videojuegos me acercaron un poquito más a lo que uno buscaba. Y no voy a mentir a nadie: todavía sigo buscando en cada videojuego un pedazo de éstas expresiones. Por eso soy de esos jugadores extraños que se para, deja el mando quieto o el ratón, y se pone a mirar… Durante horas. Durante días… deseando estar ahí. He visitado de algún modo los lugares que he observado jugando, gracias por hacerme viajar. Que el titánico trabajo en 2D que los videojuegos necesitan no decaiga, sois incomprendidos genios que permitís que una obra termine siendo redonda para los sentidos. El mundo de la imaginación y el arte os demanda. Sois magos que hechizan a un humilde servidor con cada pincelada que dais en vuestros ordenadores y tabletas de dibujo. Uno aquí seguirá soltando el mando o pulsando el segundo joystick, buscando el plano perfecto que me haga vibrar y sentir. GRACIAS.